martes, 28 de agosto de 2018

No des colores a la muerte (1986)

Estamos en plena vorágine anti Otan (1986). 

Algún sindicato o partido, no recuerdo bien, me encarga un cartel anti Otan. Me lo tomé en serio y me propuse llamar la atención sobre lo de siempre pero de otra manera. 
Frente a las repetidas imágenes que se utilizaban como argumentos contra la Otan y que gastaban el mensaje, ideé está otra donde implicaba a todo el pais y a sus respectivas autonomías en el asunto bélico. La frase redondeaba la idea. 

Cuando enseñé el cartel a las personas que me lo encargaron se les puso la cara de todos los colores y más. Me largaron rápidamente para que me alejara lo máximo posible de su sede y radio de acción con ese cartel que no querían volver a ver.
Al cabo de los días veía por la calle el cartel que sustituyó al mío: un tío Sam montado en un misil.

Este, como otros fracasos profesionales, nunca me ha costado nada convertirlos en éxitos personales: mi cartel era más bonito e ingenioso y lleno de colorines. No como el vuestro que es un muermo estético y mental.



viernes, 24 de agosto de 2018

Un encargo del ejercito español (1982)

En 1982, después de pedir varias prorrogas me vi en Madrid haciendo el servicio militar que por entonces era obligatorio: la mili famosa.

En la compañía donde estaba ya todos sabían que dibujaba y un día me llama el capitán. No recuerdo su nombre. Era un militar con porte, serio y distante pero educado y siempre iba con botas de montar y recuerdo los pantalones algo bombachos. Causaba respeto y ni una bromita.
Me dijo que quería decorar la compañía que estaba pelada y mondada. Que otras compañías estaban decoradas y la suya nada..
No tenía ni idea de cómo salir del atolladero donde me había metido por dibujar. "¿Qué hago?".

Preocupado recorrí todas las compañías a ver cómo estaban decoradas: escudos pintados en la pared, algún que otro camión fatalmente dibujado, dibujos de soldados en posición y mirando al infinito...
Mi compañía era de servicios y se encargaba del mantenimiento del cuartel. Desde fontaneros a panaderos, oficinistas... hasta el corneta estaba en la compañía.

Le dije al capitán que ya tenía la idea. Haríamos un dibujo por servicio y los enmarcaríamos.
Le pareció perfecto y estuve varias semanas visitando y tomando apuntes de los distintos servicios.
Iba atrasado y alargando el asunto y el subteniente, que era con el que trataba y era temido por todos, me increpaba de mala manera con el retraso. A trancas y barrancas preparé seis dibujos para enseñárselos al capitán a ver qué le parecían.

Extendí los dibujos en su despacho (deberían ser algo más del doble de un A3) y se los iba enseñando y describiendo. No era muy expresivo pero le iba gustando la cosa. Y llegué al de Víveres. Un soldado, con el delantal propio de este servicio, transportaba víveres: dos cajas de alcohol y una de aceite para disimular. Contaban los camareros que el alcohol corría generosamente en los bares de oficiales y suboficiales (y tropa). Y para rematar la faena, en el bolsillo de atrás, le dije al capitán, el soldado lleva la botella de escaqueo.
Efectivamente, era sabido y aceptado, siempre que no se reconociese oficialmente, que de vez en cuando los soldados se hacían con alguna botella.



Le estaba proponiendo que el día a día de la tropa lo plantificáramos en los muros de la compañía lejos de heroicidades y escudos que a saber de dónde venían y qué significaban.
Después de enseñarle los seis dibujos dijo que adelante, que le gustaba. Se le veía contento de verdad. Como diciendo, esto es lo que quería!.
Y así,  en contra de todo pronóstico, el capitán apoyó que se introdujese el humor y la cotidianidad del cuartel en la decoración (era la palabra que se utilizaba para lo que estaba haciendo) de su compañía.

No salgo de mi asombro, pero me repongo. Menudo mecenas me había salido para hacer lo que quisiera. Además, para que sepáis algo más del capitán sin nombre, estaba a la derecha de UCD y aquel año se estaba juzgando a los implicados en el golpe del 23 de febrero de 1981 y la cosa estaba caliente.

Hasta que por fin terminé los 17 dibujos como pude. Mis habilidades y recursos entonces eran escasos y nunca me había enfrentado a semejante volumen de trabajo y a dibujos tan grandes pero allí no podías decir que no a una orden y si hay que hacerlo, pues se hace.
Algunos servicios se me quejaban de lo soso que era su dibujo en comparación con otros. Tenían razón y me escabullía como podía. No todos los solucioné satisfactoriamente, pero las letras de cada servicio, rojas con sombra negra y en mayúsculas y minúsculas, y el fondo blanco alegraban y le daban fuerza al conjunto.


El electricista y el fontanero enfrentándose a instalaciones defectuosas.







En el momento más solemne de la semana, el viernes antes de los permisos de fin de semana, todo el cuartel estaba formado en el patio. Era un acto que se terminaba cantando todos el himno del regimiento. Todos estamos en silencio perfectamente formados (la mayor parte se iban de permiso al terminar el acto y nadie quería estropeárselo). En el silencio se escucha la voz muy seria de uno de los del Gabinete electrónico: "Himno del Regimiento". Y todos cantando con fuerza y vigor (ya os he dicho, el permiso al terminar el acto). 
Ahí, en ese momento de "Himno del Regimiento", el soldado se enreda con el cable. Este también le hizo gracia al capitán.

 


Algunas instalaciones las dibujé con más detalle. 
En las oficinas el mobiliario es de madera, los archivadores con cuerdecitas para cerrarlos, la máquina de escribir, la ridícula mesita para trabajar, la banqueta utilizada para poner papeles y en el calendario los días que van pasando, tachados.




El centro de comunicaciones disponía de botijo y dos estufas. 
El cubo de Rubick estaba conquistando el mundo del entretenimiento.



En la biblioteca, el periódico deportivo con el Naranjito.









































Al corneta le puse el nombre con el que se le llamaba a pie de tropa.  



Los dibujos se colgaron y ya por fin la compañía estaba decorada. Los dibujos se comentaban y venían de otras compañías a verlos. Un compañero le hizo nada menos que diapositivas.

Mientras tanto los juicios del 23F seguían. Sin llegar a leerme los artículos y artículos sobre el asunto, sí me sonaban nombres y caras de encausados por las fotos y las imágenes de televisión.
Estando un tarde de servicio en la compañía, se trataba, entre otras cosas, de estar en la puerta y avisar con un grito poniéndote firme cuando entraba un superior...  !Compañía, el capitán¡ grité,
Entró el capitán con dos guardia civiles que de pronto reconocí de las fotos como dos tenientes encausados en el 23F.
El capitán los traía para enseñarles la decoración de la compañía. Iban viendo, comentando y aprobando cada uno de los dibujos.
Estaba la compañía prácticamente vacía y se fueron pasando delante de mí, firme como un palo y el capitán excepto una leve mirada de reojo pero que apartó rápida para seguir siendo el capitán, no tuvo más familiaridad conmigo. Yo pensé que era tímido, poco efusivo y militar.

Tuve mi recompensa. Permisos y alguno especial por exámenes y cuando me licencié, allí se quedaron los dibujos que recogí en una de las viñetas de la serie Destino Madrid que dibujé dos años después para la revista Madriz.

jueves, 23 de agosto de 2018

Pop up

Una de las actividades este mes de junio en Talleres Animados consistió en hacer el cuadro de la habitación de Van Gogh en tarjeta pop up sobre un esquema que le preparamos a los niños.
Utilizando ese mismo esquema y conservando la cama, mientras hice esta otra tarjeta donde añadí sobre la cama a un señor desperezándose, una mesilla, un armario y un perrito detrás del armario también bostezando. Los niños hacen, ven y aprenden. Con la infancia no se juega.


Esquema de la tarjeta de la habitación de Van Gogh