Estamos en plena vorágine anti Otan (1986).
Algún sindicato o partido, no recuerdo bien, me encarga un cartel anti Otan. Me lo tomé en serio y me propuse llamar la atención sobre lo de siempre pero de otra manera.
Frente a las repetidas imágenes que se utilizaban como argumentos contra la Otan y que gastaban el mensaje, ideé está otra donde implicaba a todo el pais y a sus respectivas autonomías en el asunto bélico. La frase redondeaba la idea.
Cuando enseñé el cartel a las personas que me lo encargaron se les puso la cara de todos los colores y más. Me largaron rápidamente para que me alejara lo máximo posible de su sede y radio de acción con ese cartel que no querían volver a ver.
Al cabo de los días veía por la calle el cartel que sustituyó al mío: un tío Sam montado en un misil.
Este, como otros fracasos profesionales, nunca me ha costado nada convertirlos en éxitos personales: mi cartel era más bonito e ingenioso y lleno de colorines. No como el vuestro que es un muermo estético y mental.
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